Equipo de Cátedra
Profesoras Titulares: Cristina Viano | Luciana Seminara | Débora Cerio
Jefa de Trabajos Prácticos: Mariana Bortolotti
Auxiliares de Primera: Ángel Oliva | Rodrigo López | Victoria Bona
Auxiliar alumno: Juan Scheinsohn
Adscripta: Natalia Alarcón
Horarios de Consulta
Horarios de Consulta
Luciana Seminara : Viernes 14 hs. Vía meet: https://meet.google.com/tde-wozo-hpu Cristina Viano : Martes 12 hs. Vía meet: https://me...
miércoles, 25 de abril de 2018
domingo, 22 de abril de 2018
domingo, 15 de abril de 2018
jueves, 5 de abril de 2018
COMISIÓN 5 - Fragmentos Seleccionados
COMISIÓN 5 - Fragmentos Seleccionados
“Los actos
humanos no son el resultado de la razón, pero pueden ser tratados racionalmente
(…) dicho de otro modo, la razón no es el motor de la historia (…), es su
ornato, lo que le da su hermoso aspecto y, en definitiva, su único valor
distintivo.”
“La ciencia
histórica tiene sus caracteres intrínsecos: que son el examen y la verificación
de los hechos, la investigación atenta de las causas que los han producido, al
conocimiento profundo de la naturaleza de los acontecimientos y sus causas
originales. La historia por tanto, forma una rama importante de la filosofía y
merece ser contada en el número de sus ciencias.”
“Es indispensable
que el historiador conozca los principios fundamentales de la política, del
arte de gobernar, la verdadera naturaleza de las entidades, el carácter de
los acontecimientos, las diversidades que ofrecen las naciones, los
países, la naturaleza geográfica y las épocas en los que se refiere a
costumbres, usos, modalidades, conducta, opiniones, sentimientos religiosos y
todas las circunstancias que influyen en la sociedad y su evolución. Debe
tener plena conciencia de lo que, de todo eso, subsiste al presente,
a efecto de poder confrontar el presente con el pasado, discernir sus
puntos concordantes así como los contradictorios, señalar las causalidades
de esas analogías o de aquellas disimilitudes”
Ibn Jaldún
Ibn Jaldún
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Preguntas de un
obrero ante un libro
B. Brecht
Tebas, la de las
Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas?¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿El sólo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II ganó la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la ganó, además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién paga sus gastos?
Una pregunta para cada historia.En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas?¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿El sólo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II ganó la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la ganó, además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién paga sus gastos?
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Tiempo presente, el verdadero tiempo de la
Historia
Dora
Barrancos
Para la
mayoría de las escuelas historiográficas hoy día, el presente es el verdadero
tiempo de la Historia. Pero algo muy diferente ocurrió allá lejos, durante
largas décadas de desempeño de la historiografía. En efecto, cuando la
disciplina surgió a inicios del siglo XIX como saber especializado, ceñido a
los acontecimientos documentados y de alto cultivo misógino – ya que las
mujeres no accedían a las universidades y menos a los archivos –, sus
oficiantes sostenían que analizaban el pasado sin ninguna colonización del
presente. Se forjó así un largo ciclo de apego al tiempo pasado, como si los
acontecimientos que contextualizaban la vida de quienes oficiaban como
profesionales de la Historia no tuvieran ninguna incidencia en su tarea.
A
inicios del siglo XX la Historia fue sacudida por nuevos modos de pensar que
trastocaron la noción de sus tiempos. Un autor muy conocido, brillante y
polémico, Benedetto Croce, sostuvo que
la Historia no era más que una función del presente, y se le atribuye una frase
contundente que es casi un programa: “Toda la Historia no es otra cosa que
historia contemporánea”. Sin duda una de las escuelas historiográficas que
probablemente más ha incidido en nuestro medio, la denominada Annales -surgida
en Francia en la década de 1920-, cuestionó la idea de un pasado incontaminado,
prescindente del presente. La nueva corriente del conocimiento que se debió a
su impulso (aunque no fue la única en proponer cambios conceptuales), aseveró
que nos ocupábamos del pasado con intereses, afecciones y puntos de vista del
presente. No hay nadie dedicado al saber histórico que pueda despojarse de las
influencias de su contexto social, de sus condicionantes, de los influjos
epocales. Los acontecimientos del pasado en gran medida lo son porque quien los
interpreta justamente los convierte en fenómenos históricos. Los archivos, las
fuentes documentales, los textos y las imágenes que corresponden al tiempo
pretérito sólo se expresan a través de intérpretes contemporáneos. Quienes
hemos elegido como profesión la investigación del pasado, no vamos a su
encuentro despojados, en estado de “tabla rasa”: seleccionamos los objetos, los
interrogamos e interpretamos desde nuestras perspectivas. Los documentos hablan
mucho más el lenguaje de los vivos que los muertos.
Que la
Historia sea una narrativa construida al influjo de sentimientos e ideologías
del presente no la hace arbitraria. Todo conocimiento humano innovador se
sustenta en el impulso de la pasión, pero no se somete a su mandato. Pero debe
saberse que sin un conato apasionado -como sostenía el gran filósofo Spinoza-
no hay preguntas cuestionadoras, y por lo tanto no hay aventura del
conocimiento. La ciencia histórica comparte ese punto de partida subjetivo,
está condicionada por el tiempo que le toca vivir a sus oficiantes. Daré un
ejemplo palmario: muy difícilmente pudo haber visibilidad historiográfica de
las mujeres en sociedades que no las reconocían. Para que haya observación de
determinados procesos y sujetos, debe haber un estado contemporáneo de atención
a su significado.
Para
evitar el capricho de la elaboración historiográfica, existen algunas reglas
fundamentales: hay obligación de poner en evidencia las pruebas con que se ha
construido la interpretación de un fenómeno y debe enunciarse cuál es el punto
de vista que conduce el análisis. Sin embargo, un fantasma recorre la actividad
que produce conocimiento en la disciplina, se trata del anacronismo. ¿Qué
quiere decir que el tratamiento del pasado es anacrónico? Quiere decir que se
interpreta el pasado con los esquemas mentales del presente. Debe saberse que
una cosa es que la Historia necesariamente responda a ideas, conceptos y
sentimientos del presente, y otra muy diferente, que se adjudiquen al pasado
las nociones y representaciones de la actualidad. Para ilustrar la cuestión
daré otro ejemplo. La Historia de las relaciones de género y de las mujeres ha
sido posible gracias a los combates contemporáneos por garantizarles derechos,
pero no podemos volver al pasado visibilizándolas, como si ellas hubieran
tenido conciencia de las relaciones jerarquizadas de género. El feminismo, como
corriente colectiva, todavía no tiene dos siglos de existencia y su
manifestación, hasta el ingreso del siglo XX, fue muy rala. Cuando adjudicamos
“conciencia feminista” a mujeres del siglo XII estamos cometiendo anacronismo,
simplemente porque no existía entonces la noción de feminismo.
En
resumen, al pasado sólo accedemos con marcas contemporáneas, con determinadas
concepciones ideológicas, pero no podemos confundirlo con los equipamientos
mentales y los sentimientos propios de la vida actual.
Cuadernos del inadi 9. www.cuadernos.inadi.gob.ar
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